divendres, 10 de gener del 2014

Silencio.

Silencio. Ausencia. Pena. Vacío. Muchas preguntas sin respuesta en una habitación que fué y ya no es. Una ilusión colapsó el mundo, creció con su cuna, sus zapatitos,  su nombre precioso y su cariño, siempre presente.  Un futuro soñado, de noches mal dormidas y dulces llantos arropados con nanas, aprendidas antaño, surgidas de las raíces de la tierra. El anhelo de una vida bañada por la inocencia, mejor y mas justa.


Pero la luz se apagó repentinamente, arrasando el futuro, derribando miedos e incertidumbres, mudando en piedra todo cuanto antes rozó con su brillo. Y el alma quedó sumida en la oscuridad más  insalvable. Y la culpa ocupó el espacio de su cariño, ya para siempre ausente. Una muerte blanca encerrada en una cajita blanca. Silencio, ausencia y pena. Vacío.

...

El tiempo se deslizó como un bálsamo sobre la piel herida y no borró las cicatrices, pero hizo la vida transitable almenos. Puso a los justos y a los inocentes en su debido lugar, más allá de la duda y de la culpa, y les hizo fuertes. El sol se abrió camino entre la penumbra y al fin, entrando de puntillas por el resquicio de la ventana, encontró su lugar entre las cuatro paredes que un día envolvieron su deseo.


Buscaron el calor urgando en el fondo del corazón, siempre unidos, siempre juntos los tres. 

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